viernes, 23 de diciembre de 2011

Buscando aquello que se tiene

Después de largos años de búsqueda y de haber invertido la totalidad de mi tiempo en encontrarla, caí rendido. Ahora, sentado en el poyo de la casa, recuerdo mi niñez y cómo empezó mi obsesión. Tenía por entonces, si la memoria no me falla, 8 años y Drois, mi pequeño fox terrier, había muerto dejándome sumido en una tristeza tan gris como su pelaje. Tiempo después mi madre también moría.

Mi padre trajo a Drois el día de mi cumpleaños, dos años atrás. Fuimos muy buenos amigos y solíamos pasar los días de verano en las chacras del abuelo, corriendo hasta quedar tan agotados que al final del día el abuelo nos encontraba dormidos en el granero. Pero, un día Drois, que sufría de epilepsia, en uno de sus tantos ataques se fue para no volver más. Dos años después mi madre perdía la vida víctima de una fulminante pulmonía. Sus manos no volverían a acariciar mis cabellos ni me diría nunca más te amo con su voz de querubín con la que también me cantaba por las noches. A mis diez años yo no podía entender por qué me pasaba todo esto. Y la interrogante de todo aquel que sufre de verdad surgía en mi cabeza, ¿por qué?

Desde entonces y a pesar de mi escasa edad decidí buscar la felicidad. Leí miles de libros que contenían el secreto para ser feliz. Los amigos que he tenido durante la vida me obsequiaron y recomendaron muchos buenos libros para alcanzar mi objetivo (objetivo que nadie sabía hasta ahora que decidí escribirlo), pero, a pesar de ver resultados muy buenos en ellos, yo no lograba ver cambio alguno en mi vida. Seguí por varios años más en las grandes bibliotecas del mundo. Estuve en la Bibliothèque Nationale de Francia, en la Library of Congress de Estados Unidos, en la Admont Abbey Library de Austria, en La Biblioteca Miguel de Cervantes Saavedra de España, en Strahov Theological Hallen de Praga. Y nada.


No he podido entender cómo en 63 años de búsqueda no he podido encontrar indicios de aquello que me fue arrebatado a tan temprana edad. Ni las caminatas por la Calle La Palma y la Plaza La Paja en Madrid, ni los paseos en góndola por las calles de Venecia y la estadía en Piazzale Roma, tampoco la Avenida Acoyte ni el barrio Palermo (por donde anduvo Borges) me sirvieron para dar término a mi gran viaje no exento de aventuras y peligros, pero sobre todo de misterio, de desesperación por no encontrar a la tan ansiada felicidad.


* * *


El cavilante hombre estaba sentado en el poyo de la casa. La casa había pertenecido al abuelo, donde él de chico solía correr con su perro y donde por las noches, entre el cri-cri de los grillos, se escuchaba la voz de su madre cantándole. Ahora él se parecía al abuelo. Las arrugas que habían invadido su rostro eran muchas y los lentes a medio poner le daban un aire de quien conoce lo infinito e inmortal. Siguió mirando a lo lejos el horizonte con un sol descompuesto mientras las aves gorjeaban sigilosamente. La noche poco a poco invadía la torpeza del estático mundo. Llegaron hasta él el canto de su madre, los ladridos de Drois, sus alegrías de niño, su viaje en búsqueda de la felicidad, las mujeres que conoció, los hijos que tuvo, los amores que tuvo que dejar ir, su pequeño nieto a quien ahora veía correr a los lejos... Entonces en medio de toda esa Naturaleza y de los mil lugares que conoció y los mil libros que leyó y los mil amores que perdió y los mil dioses que adoró... En medio de todo eso se dio cuenta de cuánto había vivido. En medio de todo eso que como remolino de colores borrosos le daban infinitas vueltas alrededor...en medio de todo, cerró los ojos con lentitud y sonrió.

Rato después se acercaba corriendo un niño seguido de un pequeño fox terrier. Lo abrazó sollozando sin entender por qué su abuelo no escuchaba sus súplicas. A lo lejos se escuchaba el canto de una mujer, con voz de querubín, que seguramente hacía dormir a su hijo.

2 comentarios:

  1. Digamos que sí, aunque tengo que trabajar mucho para lograr transmitir lo que quiero. Por lo pronto experimentando. La cara de sorpresa (es de sorpresa, no?) es positiva o negativa?

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