viernes, 15 de agosto de 2014

El plan perfecto


Hoy, después de muchos días, te volveré a ver, Sophia. No sé si me recordarás, si vendrán a atacarte, como a mí, todos esos momentos que hemos vivido sin vivirlos: la vez que planeé hablarte y un tipo se sentó donde tú debías hacerlo (¡cuán triste te has de haber sentido!); y aquella vez en que te confesé que te amo y tú fingiste que no me escuchaste por llevar los audífonos puestos (te seguí el juego, tontita); y la otra en que me envalentoné y me acerqué a ti dispuesto a escupirlo todo, y de la nada un sujeto se acercó y te besó (pero sé que lo hiciste para que yo me muriera por los celos, y lo lograste, aunque pobre muchacho, lo siento por él). 

He estado en plan error - error - error; un plan bastante circular, por cierto. Pero eso se acabó: hoy no habrán más planes, y es lo mejor. 

En alguna ocasión escribí sobre lo poderoso que soy (o que me siento) por tener la vida que se me viene en gana, pues puedo ser un Samsa, un Funes, un Homero, un Buendía, un Oliveira. Y hoy, gracias a mi omnipotencia, amaré a una mujer, la que se me venga en gana, pero no quiero a Penélope, o María, ni a la Maga. Te quiero a ti, Sophia. Por eso, desde hoy, serás de papel y tinta, y seré yo quien te escriba. 


Noviembre, 2013 


[Imagen editada de la web]

No hay comentarios:

Publicar un comentario