lunes, 25 de julio de 2016

Si yo abriera la boca


Si yo abriera la boca para pronunciar tu nombre, desaparecerían los pájaros y los árboles, las noches de luna llena y el tañer de las olas. Y los días jueves a las tres de la tarde. Y quién sabe si también el color rojo de las cosas rojas (con esto último no se puede estar seguro, que el daltonismo estropea cualquier teoría sobre el arcoíris). Pero, ¡qué cruel sujeto sería si hiciera con mi voz desaparecer pájaros y árboles y noches de luna llena y el tañer de las olas. Y los jueves a las tres de la tarde! (Sin el color rojo se puede sobrevivir, que lo que sí es seguro es que las fresas seguirán siendo fresas).
Prefiero mirarte desde lejos atrapar los atardeceres con tu artificio de captura de instantes decisivos: mirar el mundo como lo haría Telemo, mientras desnudas mi destino impreciso, mis ganas de gritar tu nombre y con ello hacer desaparecer todo de cuanto están compuestas tus obsesiones. Quizás ni falta hace que escriba esto, porque tú conoces el punto débil de mi cuerpo de guerrero contemporáneo, mis deseos incisivos por la materia de la que estás hecha: plumas, raíces, locura y espuma. Me conoces y me amas desenfocado, sin filtros, sin esperar que llegue las tres de la tarde del jueves para guardarme en tu pecho en la misma posición como lo harías con el Impression, soleil levant.
Si yo abriera la boca... pero prefiero hacerme uno con tus plumas y raíces, con tu locura y con la espuma de tus olas. Con el tic-tac del instante preciso: tres de la tarde, calle de casas comunes, tú y yo, pájaros y árboles, pájaros y árboles. Y siempre el color rojo.
[Fotografía: Rosángela Alva]