miércoles, 12 de diciembre de 2012

Mirando el Sol de noche (carta de Silvia)

Hoy me he sentado a observar las estrellas y he recordado que estamos a vísperas de tu cumpleaños. Un año más de vida, uno menos. No sé de qué lado estarás tú. Ignoro por completo si te gusta que te feliciten con un abrazo y un regalo (lo segundo es opcional), o si lo odias por sentir que te están dando el pésame por tu futuro deceso.

En estos pensamientos estoy, mientras la Luna me hace dudar de lo avanzada de la noche. Y si me encuentro al otro lado del mundo, y si de pronto es el Sol que alumbra mis pupilas acuosas, esas que te encantan, en las que sueles zambullirte. Ignoro, también, la distancia que para este momento nos separa: kilómetros de miedo, deseos, sueños y secretos (sobre todo lo último).

Cuando extraje las hojas en las que escribo de entre mis cosas personales, reparé en un libro del estante al que no acudía hace mucho: Ladrón de libros. Al instante tu rostro se me dibujó en la portada. Ahora, aquí afuera, a la luz de esta Luna-Sol me pregunto si no fuiste tú el autor de este libro. Es que son tus letras, son tus historias burlonas y tristes, llenas de insania y desventuras. Leo – como si fuera la primera vez – el nombre del autor: Jorge Cuba. Así descubro quién en verdad eres. Eres todos y nadie. Eres la noche, el día, las nubes, el Sol, la Luna, el narrador, el poeta, el amante, el dios, un lugar lleno de libros… eres Jorge Cuba, también.

Alejandro, cómo así de pronto con esa mirada torva te has metido en mis días, cómo te has apoderado de los pensamientos que no te correspondían hasta ahora. Cómo, Alejandro, me veo metida en este vertiginoso juego de escaparme (con el corazón en la mano) a encontrarme contigo en el tercer piso de la desesperanza, a buscarte los labios como si de ello dependiera mi subsistencia, a cogerte las manos y así evitar caer en el  no-recuerdo... No puedo explicarlo Alejandro, no puedo, no puedo…

Nos hemos aventurado a seguir la línea del olvido. Ja ja ja. Como si eso se pudiera. Acaso Werther lo hubiera hecho, o Romeo, u Orfeo, o incluso el mismo Odiseo. Ellos no se arriesgaron a…maldición, no puedo seguir, pero debo… acaso nosotros tenemos que arriesgarnos a permanecer ajenos el uno del otro, acaso debemos escondernos en algún lugar donde solo nosotros sabemos, donde tal vez en un arranque de pasión me aviente sobre ti buscando tus labios que por un segundo se vuelven míos.

Lo mejor, Alejandro, será arrancarme los trozos de tus ojos del alma, arrancarme tu nombre de los días que continuarán a esta carta que quién sabe si llegue a tus manos, lo mejor será...

***

Un ruido foráneo se coló en la habitación. Silvia abrió los ojos y las lágrimas acumuladas rodaron hasta las sábanas. Todo había sido un sueño. No se incorporó. Dejó la mirada en el techo blanco de su habitación. Después de unos minutos se levantó y fue por un papel y un lápiz. No tenía más sueño; solía dormir en extremo temprano. Ya sentada al escritorio una idea se apoderó de ella. Dibujó un corazón en la hoja... la arrugó y la arrojó al tacho de basura: había descubierto una nueva forma de deshacerse de lo que sentía.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Cuando la Luna sale de día (carta a Silvia)


“…de ser un recuerdo, o tal vez, para ella, un olvido. …”. Así versa el fragmento de la letra de una canción que me trae a la mente tus ojos acuosos. Es que tus ojos me han invadido los sentidos, me han descuadrado los estándares vivenciales en los que me había sumergido. Tus ojos han pasado de ser simples órganos visuales a ser luminosas estrellas errantes de mi cielo.

Mi alma, cual incólume hoja blanca, ha sido retratada con tu nirvánica sonrisa que me eleva hasta las nubes exentas de penas. Sé cuánto oculta tu sonrisa, porque la mía habla en el mismo códice que la tuya. Sé que en la infinidad del recorrido de las rectas paralelas nuestras sonrisas son una amalgama confusa donde lo único reconocible son nuestros labios. De allí, de esa infinidad oscura y solitaria, tu sonrisa me salva a diario, me rescata del naufragio en el que me toca vivir.

La espera se hace ciclópea cuando se trata de verte, de vencer las distancias y migrar – golondrina solitaria en busca del sur – hacia el calor de tu presencia austral. Las noches se hacen tan largas. Suelo asesinar los minutos escribiendo en papeles que cuentan historias ciegas. Ciegas, pero no mudas. Detrás de cada letra hay un grito desesperado por hacerte parte de mi magullado destino. Cuando mi travesía nocturna se oculta a la luz del albor, el sol me descongela las alas y, maltrecho, me encamino en la búsqueda de tus horas más sinceras, de tu sonrisa que me habla sin decirme nada, que me abraza con los brazos de tu alma, que me aparta de tus horas verdaderas.

Cómo describir lo que siento si no es de esta manera, ocultando en esta compleja parafernalia un “te necesito” sincero. Si hasta me he visto obligado a hacerme, por un lado, poeta de medio tiempo y crearte rimas insonoras, caducadas, devastadas, solitarias… y por otro, narrador inconsistente que se auto protagoniza en una historia que, de ser por mí, duraría toda la vida tan solo para mantenerte atenta a mis letras. Si hasta me he visto obligado a soñar de día, mirando la Luna. Si hasta me he visto obligado a crearte un nombre: Silvia.

Así me pasaré la vida, en este lado del libro, donde puedo elegir quién soy, donde puedo alcanzar tu amor y podemos tener una historia. Talvez un día mis ojos se liberen a la luz de tu firmamento y me vea en tus brazos, respirando tu aire, sintiendo tu sonrisa entre mis labios... dejando de ser un maldito recuerdo,,, dejando de estar para siempre en el olvido.

***

Para cuando Silvia acabó de leer la carta, se había formado un conglomerado de dudas y preguntas en su cabeza que se sumaban a las que por aquellos días la habían invadido. Silvia tomó entre sus dedos temblorosos la única herramienta capaz de darle respuestas: su corazón.

lunes, 30 de enero de 2012

Ser o intentarlo al menos

Hoy escribiré cuanto se me venga a la cabeza. Me disculpo si hiero susceptibilidades y por el desorden. La verdad es que no me disculpo por nada, al menos hoy no. Aquí voy.

He vuelto a mirar atrás. Y todo se lo debo a mi maldita escasa imaginación y a mi poco confiable memoria. Pero qué más da. El hombre es fusión del pasado, presente y futuro (un futuro que en un instante se hace presente y al siguiente, pasado ¿Existe el futuro? ¿Y el presente?...gracias Borges por meterme en el infinito y dichoso cuestionamiento del tiempo).

He vuelto a mirar atrás y vi muchas de mis tardes eclipsadas por mis volubles estados de ánimo. He sido un tipo depresivo siempre, duele creer que nadie te entiende (soy acaso el único idiota que sabe que lo que cree no es cierto y sigue creyéndolo, seguro que habrán muchos como yo) y en esos instantes de desesperación son tan atractivas las corbatas que cuelgan presas de gravedad de alguna viga. Vaya que trae problemas llorar un segundo, y reír al otro, y estar enojado al siguiente, y mirar la nada al subsiguiente…lucho por no caer en eso de nuevo.

He estado en esos momentos en los que muchos, encerrados en sus habitaciones, han llorado como niños, han querido arrancarse el alma y dejar este insano mundo. Como muchos otros, también, escuchando música que no ayuda nada y que por el contrario te entristece más. ¡Qué tonto!, pero en ese momento no hay nada razonable, nada puede hacerte sentir mejor. Talvez un abrazo o buscar a alguien que te escuche, pero cuando lo haces no hay nadie y cuando ese alguien aparece ya no quieres hablar, ya es tarde para hablar, solo quieres llorar.

Tantas tardes mías, y de otros, han sido grises por mi culpa (he decidido no echarle la culpa a nadie más que a mí). Todo cuanto ha pasado en mi vida ha sido culpa mía, aunque muchos han colaborado. Soy un tipo que deshecha gente como se deshecha una botella de plástico (en un tacho de basura de hecho, agradezcan quienes han sido víctimas de mi total indiferencia que ha sido en un tacho y no en la calle, agradézcanselo a mi respeto por la Tierra). Porque así como hay gente que vale tanto como una moneda de oro (digámoslo así, una moneda del material que sea me vale nada), hay quienes son menos importantes que un affaire (depende de con quién). Yo también he sido desechado, de seguro de forma patética, de la vida de muchos, pero gran favor me han hecho haciendo lo que yo no podía (lo que me apena es que fui desechado como botella de plástico, es más, como un simple papelito, tan chiquito que no valía darse el tiempo de buscar un tacho, y quedé ahí en la acera a merced de cuánto transeúnte con los zapatos sucios me pisoteara. Lo trágico aparecía cuando me tocaba un zapato con chicle o con algún “regalito” de perro).

Siempre me dije que la gente no cambia, solo mejora o empeora (no recuerdo haberlo escuchado, aunque últimamente se lo he escuchado a todo mundo, a muchos figurettis sobre todo) y seguiré pensando eso. Y seguiré siendo un cobarde, un maldito cobarde (me he dado cuenta que siempre maldigo, eso también lo seguiré haciendo). Le seguiré teniendo miedo a las agujas, a los perros, a los globos (?), bueno en realidad es incomodidad por los sonidos estridentes, y a un par de cientos de cosas más.

Seguiré diciendo que soy un tipo feliz porque eso sí, me quiero y mucho (de una forma rara, pero me quiero). Seguiré diciéndolo aunque siempre camine con el ceño fruncido. Seguiré mirando mal a ciertas gentes (no odio a nadie, solo al maldito doctor que de niño me recetó no sé cuántas miles de inyecciones y a las enfermeras que perforaron mis glúteos, responsables de mis traumas con las agujas) y seguiré siendo mirado mal, creo que mi rostro es golpeable, yo también quisiera golpear a quien como idiota me mirara maníacamente.

Seguiré repudiando a los toreros y a quienes disfrutan viendo como estos cobardes (que son más cobardes que yo) matan toros. Carniceros malditos. Asesinos malditos. Algún día podré hacer algo más que repudiarlos (advertidas están las autoridades, no se sorprendan cuando empiecen a aparecer toreros muertos). Seguiré respetando las luces rojas (aunque duren 80 segundos como en la Av. Mayolo, y el maldito carro que se “come” 3 cambios de luces). Seguiré insultando a quienes botan basura en la calle. Seguiré gritándoles a los policías que rellenan sus crucigramas en vez de trabajar, a quienes se dejan coimear. Seguiré escuchando a Calle 13 y 6-voltios, a Joaquín Sabina y The Beatles, a Intoxicados y a Calamaro, a Daniel F y a Sex pistols, a Jarabe de palo y a Diazepunk, a Rezaka y a Nirvana… y a Chabelos. Y a Tongo cuando saque un nuevo hit (maldita sea, este tipo es tan inteligente que nos hace creer que es idiota).

Seguiré viendo con respeto al Che Guevara, pero seguiré repudiando a Fidel, a Chávez y a Humala (Vargas Llosa no pudiste dejar de lado tus rencillas con Fujimori, a quien también repudio y al mismo nivel que a Abimael, y a toda la sarta de desmemoriados (no quiero utilizar la palabra "idiotas"), que apoyan al Movadef). Seguiré leyendo la columna de Bayli los lunes en un diario local, a Beto Ortiz los domingos (jamás veré su programa). Me seguirá cayendo mal Mónica Delta y todos aquellos quienes han dejado que “el mudo” Castañeda hable (que hable sobre Comunicore y no sobre sus miles de escaleritas amarillas, tan fácil es conquistar al pueblo).

Seguiré, prosigo, comprando libros originales a 3 soles en el cruce de la Panamericana con Izaguirre. Seguiré coleccionando comics, rellenando crucigramas, leyendo Condorito, Mafalda, Macanudo…Seguiré...haciendo muchas cosas y dejaré de hacer otras tantas. En fin, trataré de ser una persona útil a este mundo, al menos a mi mundo. No me ofrezco al mundo como hombre sino como persona y seguiré en el intento por mejorar mi estado actual. Es todo... por ahora.